Hubo un tiempo en
que cualquier noche electoral era una especie de cábala para interpretar
cifras. Siempre había un dato posible con el que sacar pecho, ya fuera porque
se había descendido menos con respecto a comicios anteriores, o bien porque la
abstención relativizaba cualquier fracaso evidente. No es algo exclusivo de las
noches electorales, que también he escuchado justificar que el paro ha subido
bajo un gobierno, pero subió más porcentualmente cuando estaba el otro, como si
eso fuera a resolver el hambre de la gente. Si estuvieran en la escuela la
profesora les mandaría callar y les pediría que no dieran más excusas de mal
estudiante, pero como son padres de la patria pues tenemos que escucharles de
nuevo su discurso cansino.
Ha pasado una semana
de las elecciones europeas y todavía estamos leyendo interpretaciones, unas
simplistas y otras demasiado complicadas. Y quizá un término medio nos lleve a
la conclusión más certera, porque ni todo se explica por la alta abstención, ni
tampoco se puede afirmar que se ha producido ya un cambio histórico. Sí que se
apunta un creciente hartazgo hacia lo de siempre y la aparición de nuevas
formas de actuar en política. En los próximos años veremos si lo del 25 de mayo
fue flor de un día o simple humo. De momento algo empieza a moverse: hay partidos
que han perdido y necesitan saber qué quieren, otros que no han ganado
tanto como pensaban y se
plantean algún cambio, y luego están los que creen
que no ha pasado nada. Pero escuchando las
arremetidas de los últimos días contra Pablo Iglesias, nos cabe la duda de que
esto pudiera ser más transcendente de lo que parece.
Publicado en EL PERIÓDICO
EXTREMADURA el 2 de junio de 2014.
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